Vuelvo al cigarro de después
a soñar con soldados
y comuneros que saben cerrar la puerta.
Oigo la luna disparar contra la injusticia
mientras mi vecino practica orgías.
Me quema la sangre de ser tan roja
y ya no sé si mi piel es lienzo,
constelación, mierda o poesía.
Creo en las mentiras que dice el niño de tres años de mi vecino
sobre todo cuando dice: "algún día
te llevaré conmigo a la luna",
y solo soy capaz de decirle con la voz rota de tanto fumar:
"ojalá que sí, lejos de todo esto"
cuando realmente solo pienso
en sí estarán más o menos buenas
las mujeres que viven en la luna.